El impacto del envejecimiento en la actividad ambulatoria: un determinante creciente… pero no único

Durante años, el envejecimiento de la población ha sido un factor citado de forma recurrente para explicar el aumento de la presión asistencial. Sin embargo, los datos muestran una realidad más matizada.

Hasta 2019, el crecimiento del grupo de personas mayores convivía con una actividad ambulatoria relativamente estable: el sistema compensaba el incremento de población envejecida mediante mecanismos de accesibilidad, distribución de la actividad y regulación de la demanda.
La relación existía, pero era débil: la homeostasis organizativa predominaba sobre la inercia demográfica.
La pandemia cambió ese equilibrio.
La necesidad de absorber la actividad aplazada, junto con el impacto acumulado del envejecimiento, hizo que la relación entre ambos fenómenos se volviera mucho más visible. Desde entonces, el aumento del peso demográfico de la población mayor se traduce en un incremento consistente de actividad en la mayoría de comunidades autónomas.
Qué dicen los datos: el envejecimiento importa, pero no lo explica todo
Los informes del Proyecto Venturi —Factores determinantes de la actividad en atención primaria y Desbloqueando el acceso a la sanidad: Las primeras consultas— permiten profundizar en esta relación y, sobre todo, desmitificarla.
En el análisis de atención primaria, el envejecimiento presenta una correlación relevante con la actividad (0,79) y explica aproximadamente el 60% de su variabilidad. Esto confirma que actúa como un motor estructural. Pero la evidencia muestra algo más importante:
hay factores con igual o mayor influencia, como los casos clínicos, la población adscrita, el nivel educativo, el aseguramiento sanitario o la distribución territorial. La actividad asistencial es el resultado de una combinación compleja de elementos clínicos, sociales y organizativos.
Por su parte, el estudio sobre la actividad ambulatoria revela que, antes de la pandemia, el envejecimiento crecía sin traducirse necesariamente en más consultas. El sistema tenía capacidad de amortiguación, sostenía el equilibrio y mantenía la actividad estable pese al incremento demográfico. Fue la irrupción de la COVID-19 y la reorganización forzosa del sistema lo que rompió ese equilibrio y potenció la conexión entre edad y actividad.
Una realidad territorialmente diversa
Las diferencias autonómicas refuerzan esta conclusión.
Comunidades con un alto peso de población mayor —Asturias, Castilla y León o Galicia— presentan niveles de actividad superiores. Mientras tanto, territorios más jóvenes, como Murcia, Baleares o Canarias, registran una presión asistencial menos vinculada a la estructura por edades.
Pero incluso dentro de estos grupos, la actividad no se explica solo por el envejecimiento, sino por la interacción con factores como la urbanidad, el grado de aseguramiento privado, la organización de los servicios o la accesibilidad al sistema.
Conclusión: el envejecimiento es un factor clave, pero no es el único motor de la actividad
La tendencia observada tras la pandemia invita a una reflexión más amplia:
la demanda no crece únicamente por factores coyunturales, sino por un sustrato demográfico, clínico y social que actúa de manera conjunta. El envejecimiento forma parte de ese sustrato, pero no es —ni ha sido nunca— el único determinante.
Desmitificar su papel como explicación única es esencial para orientar correctamente las estrategias de planificación.
Si atribuimos toda la presión asistencial al envejecimiento, corremos el riesgo de ignorar los elementos que sí pueden modificarse: la organización interna, la accesibilidad, la elasticidad de los circuitos asistenciales, la intensidad clínica de los casos o las desigualdades

Determinant Factors of Activity in Primary Care

Unlocking Access to Healthcare. First Consultations: the main bottleneck of the healthcare system. A comprehensive view of ambulatory activity for the entire medical profession. Advance 1
